Biotecnólogos bolivianos sanan los suelos y combaten el chagas

Las investigaciones de Inbiotec y Probioma ya dieron sus primeros frutos en biológicos capaces de controlar las vinchucas y degradar petróleo.

PÁGINA SIETE, 30 de julio de 2018

Controladores biológicos de la vinchuca o las langostas, microorganismos que restauran los suelos dañados por los agrotóxicos o que degradan petróleo son el resultado de la exitosa incursión de Bolivia en la biotecnología. En los laboratorios del Instituto de Biodiversidad y Biotecnología (Inbiotec) y Probiología y Tecnología (Probiotec) la ciencia de lo ecológico y sustentable es una realidad. 

“Llevamos 28 años trabajando en el ámbito de la biodiversidad y biotecnología. Cuando empezamos nos llenó de preocupación la afectación que los agrotóxicos causaban en los productores y los cultivos. Entonces vimos como una solución ecológica y sustentable la sustitución de los químicos por microbiológicos para el desarrollo del agro”, señaló el director de Productividad Biosfera Medio Ambiente (Probioma), Miguel Ángel Crespo. 

En 10 años, Probiotec e Inbiotec -ambos creados por Probioma- lograron cubrir medio millón de hectáreas de cultivos en todo el país. Sustituyeron el uso de más de 400 mil litros o kilos de agroquímicos.

Investigación y biodiversidad

Según los Chané -tribu originaria de los llanos orientales- hace mucho tiempo el cacique Grigotá -guardián de la naturaleza- emprendió un largo viaje, dejando al mando de la zona a Amboró y Parabanó, sus hijos. Al poco tiempo los jóvenes olvidaron su misión permitiendo que la selva fuera invadida y contaminada. 

Cuando Grigotá regresó, se llenó de enojo y expulsó a los invasores con la fuerza del viento y la lluvia. Al no poder perdonarlos, convirtió a sus descendientes en dos grandes montañas que hoy conocemos como las dos áreas protegidas más importantes y diversas de Santa Cruz. 

En medio de ellas, en San Luis -a 55 kilómetros de la ciudad- un laboratorio 100% sustentable trabaja en la investigación de la biotecnología como una alternativa al uso de agroquímicos. Una serie de insumos usados por la misma naturaleza son procesados para el control de plagas, vectores y las enfermedades de los suelos.

“El laboratorio está en una zona de bastante diversidad. Las razones para estar en este lugar son varias, pero las más importantes son que estamos lejos de los contaminantes y al estar en medio de la naturaleza, uno solo se concentra en investigar”, dijo Crespo.

       Una trampa para moscas de la fruta con cebo natural.

En el centro de operaciones trabajan al menos 15 personas. Además, recibe de forma regular grupos de agricultores, estudiantes o autoridades municipales o científicos de otros países, que desean ver de cerca alguna investigación o capacitarse en biocultivos, control biológico, políticas sustentables, agroturismo o huertas orgánicas. 

“La relación con los pequeños productores y las comunidades es muy importante porque se trata de complementar el saber local con la biotecnología”.

El lugar está acondicionado para ser un centro de estudios. Hay un aula para las capacitaciones, habitaciones para dar alojamiento y una cocina en la que se prepara la alimentación de todos los días con productos orgánicos cultivados en el mismo centro. 

Los campos abarcan algo más de nueve hectáreas, en los que las cortinas boscosas sirven para protegerlos y en los que se produce más de 71 tipos de alimentos, además de los campos de producción de soya orgánica y de mejora de semillas.

Estas especies crecen en huertos, surcos y además cobijan a otros frutos silvestres y nativos. En la parte boscosa, entre los árboles se ha plantado café.

El jefe de laboratorio en una de las investigaciones


Biotecnología no transgenia 


Un cepario muy bien clasificado, un equipo de esterilización y una incubadora ocupan los ambientes de un laboratorio, en el que todo está bajo estricta vigilancia. Las muestras sólo pueden ser vistas bajo los lentes de un microscopio.

Alcohol en las manos, mandiles, barbijos, gorras, guantes y cubrezapatos esterilizados son los requisitos para toda persona que desea entrar a estos ambientes. Cualquier alteración en la temperatura o la inserción de una bacteria puede afectar la investigación. 

“Aquí hacemos mejoramiento biológico no transgenia, mejoramiento genético, no manipulación”, manifestó Crespo. 

En el mejoramiento genético se generan semillas tomando o combinando variedades de un mismo producto. Mientras que la modificación inserta genes de otras especies, así puede crearse un vegetal con características tomadas de animales, bacterias o hasta de humanos. 

Por ejemplo, la soya transgénica que hoy es legal en el país es resistente al glifosato porque contiene el gen de una bacteria con esta capacidad. “Hace unos 20 años, en Bolivia se quiso hacer la inserción del gen de un pez de Alaska en nuestra papa para hacerla resistente a la helada”, recordó Crespo. 

Entonces hubo mucha resistencia porque era algo innecesario y riesgoso para la preservación de las especies y variedades nativas. “En nuestro medio, donde hay al menos 23 especies resistentes a la helada, lo único necesario era un mejoramiento genético del mismo tubérculo y no una manipulación que pudo generar una pérdida de variedades”, sostuvo.

Manifestó que el país tiene una gran riqueza genética que podría ser aprovechada para garantizar la soberanía alimentaria y de material genético. “Las oportunidades se van perdiendo porque no hay otra forma de desarrollo que no sea la biotecnología y no estamos trabajando en ello”, afirmó. 


Petróleo y chagas 


En sus laboratorios, un hongo parece ser muy prometedor para la recuperación de los suelos contaminados. Se trata del hongo llamado Tricoderma.

“Este microorganismo es un bíoremediador de suelos. Degrada órganos clorados y por algunas pruebas hechas también trata lodos empetrolados. Es capaz de restaurar y recuperar la tierra”, señaló Crespo.

Entre otras propiedades, el Tricoderma acelera la germinación de las plantas, su nivel de enraizamiento y las protege de enfermedades. Es un microorganismo de múltiples aplicaciones biotecnológicas, totalmente amable con la naturaleza.

Como ocurrió con el Tricoderma, el laboratorio identificó y aisló el biológico Beauveria bassiana. En pruebas piloto ha mostrado ser eficaz para combatir a la vinchuca, vector del chagas.

De una forma didáctica, el jefe de laboratorio de Imbiotec, Waldir Aguado, explica que como los humanos, los insectos tienen enfermedades. Muchas de estas son mortales y evitan que se reproduzcan de forma infinita.


Los plantines crecen en medio de los frutales.

La biotecnología estudia los insectos más enfermos, identifica la dolencia, la aisla y es capaz de volverla más agresiva o especifica para que ataque a ciertos vectores. Luego ésta es devuelta a la naturaleza para controlar, en este caso, las vinchucas.

En un insectario, en la sala de capacitación, junto a las vinchucas están las langostas que en años pasados infestaron los cultivos. Para esta plaga también hay un biológico que esta en estudio.

Otro de los problemas de los productores es la mosca de la fruta. La presencia de estos insectos genera una infección que enferma a las plantas con una especie de necrosis, motivo por el cual la fruta crece manchada. La única solución es quemar el árbol para evitar el contagio.

“Nosotros hemos desarrollado un producto que funciona como un cebo que atrae el insecto a una trampa”, explica Crespo.

La prueba son algunos recipientes colgados en los árboles frutales de sus plantaciones. Todos están llenos de insectos que no lograron asentarse en los árboles frutales.

Sus laboratorios han dado como fruto al menos siete productos, entre fertilizantes, fungicidas y controladores biológicos, que pueden ser aplicados a cultivos pequeños como a siembras de miles de hectáreas. Con ellos han roto mitos de que estos productos no son viables para producciones a gran escala.

“Estos microbiológicos pueden ser usados desde avionetas o en mochilas fumigadoras y ese es otro de los aportes de la investigación de este equipo boliviano”, manifestó Crespo. 


Se creía que no podían usarse en campos de magnitud porque los procesos de producción tardan entre 25 a 30 días. Mucho tiempo para agricultores que requieren inmediatez. 


Pensando en ese aspecto se ha incrementado a la cadena de producción escalonada la fase de “invernación”. Los microbiológicos inactivos son puestos en estos laboratorios. Los productos están a disposición en estado inerte -como congelados- listos para ser activados en cualquier momento. “Es algo que no se hace en otros países”.

Bajo el principio de no ser dueños de la vida, estos microbiológicos no tienen patente. Pero sí cuentan con un marcador molecular que los identifica como parte del patrimonio boliviano. 


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