Fraude y corrupción para validar que los agrotóxicos son seguros y amigables


Hace poco se dio a conocer el tercer fallo de la justicia de Estados Unidos que reconoce que la empresa Monsanto (actualmente Bayer) es responsable de haber contribuido al desarrollo de cáncer en personas que usaron sus productos. Lo más interesante de analizar estos juicios, sea quizás, comprender la vinculación de la empresa con organismos de control internacionales y con investigadores científicos.

“No se puede decir que Roundup no sea carcinógeno. No hemos hecho las pruebas necesarias en la formulación para hacer esa declaración” Quien escribe este correo electrónico en el 2003 es la toxicóloga de Monsanto, Donna Farmer. Gracias al juicio iniciado contra Monsanto Bayer fue posible conocer documentos internos de la empresa. Como si esto fuera poco, también se conoció que la empresa contaba con escritores fantasmas para redactar las conclusiones de investigaciones científicas supuestamente independientes, y ejercía una gran presión sobre equipos de investigación que contradecían la inocuidad de sus productos.

Esto nos permite entender la existencia de las “dos bibliotecas”, aquella que demuestra la toxicidad y el peligro que las sustancias usadas en las fumigaciones representan para la salud humana y del medio ambiente; y la que pretende que estas sustancias son seguras y amigables.

Esta comprobación de fraude y corrupción debería ser suficiente para que se tomen medidas que protejan a las personas de la exposición a estos plaguicidas. Pero además, resulta útil comprender cómo hacen sus investigaciones las empresas. En primer lugar, se centran en estudiar principios activos aislados. Tomemos por ejemplo, el round up. Mientras que el glifosato es su principio activo, el round up es una formulación comercial que contiene otras sustancias como surfactante para favorecer la aplicación del producto. Hay numerosas investigaciones que demuestran que la toxicidad del glifosato es mayor en combinación con el surfactante ya que así entra más fácilmente en nuestros cuerpos.

Para demostrar los efectos tóxicos de una sustancia se tienen en cuenta los que se presentan de forma aguda (en el corto plazo, como la irritación que generan en la piel), y de forma crónica (que requieren un plazo prolongado para desarrollarse, por ejemplo, los tumores). En el caso de los estudios desarrollados por Monsanto, se realizaba un seguimiento en roedores por sólo 90 días, mientras que su promedio de vida es de 24 meses, es decir, 720 días.

Fuera de las paredes del laboratorio, en los territorios donde se aplican los plaguicidas, estos no se usan aisladamente si no en combinaciones con decenas de otros compuestos químicos con distintos grados de toxicidad. Los efectos de estas combinaciones en la salud humana tampoco son estudiadas por las empresas.

En el fondo, no hay nada nuevo bajo el sol: hay muchos ejemplos de cómo las empresas manipulan las investigaciones científicas a su favor.

Gabriel Keppl (Argentina)
Médico investigador
Instituto de Salud Socioambiental FCM-UNR

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