


En nuestras memorias guardamos ese momento en que junto a mamá o a la abuela nos sentábamos para ayudar a desgranar el maíz o elegir las mejores chalas para armar los tamales. Aunque intentaras ser rápido no podías dejar de distraerte y dar rienda suelta a la imaginación, pues de pronto aquellos restos del choclo se transformaban en bailarinas con faldones amplios y cabelleras de colores, o cualquier cosa que pudieras crear en tu mente.
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