LOS ORGANISMOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS Y LOS
AGROTÓXICOS
Santa Cruz, 31 de Mayo del 2017
Actualmente,
algunos sectores de los agronegocios
exigen imperativamente que el gobierno
boliviano viole la Constitución Política del Estado, 10 leyes, decretos
y protocolos internacionales y, permita el ingreso al país de cultivos
transgénicos.
Para
conocimiento público, los cultivos transgénicos son plantas
que contienen información genética de otro organismo, como bacterias que han sido insertadas y que
les da una resistencia a la aplicación de ciertos herbicidas y plaguicidas como
el caso del glifosato.
En
el caso de Bolivia, se autorizó el cultivo de un sólo
evento transgénico, la soya transgénica resistente a la aplicación del Roundup Ready (herbicida que contiene
como ingrediente principal al glifosato). Sin embargo, recientemente se ha
comprobado la existencia del maíz transgénico que
se encuentran en el país de manera ilegal.
Entre
los argumentos de los agronegocios para violar la CPE y permitir el ingreso de
otros cultivos transgénicos y permitir múltiples eventos (un evento es el caso
donde un cultivo tendría más de un gen trasplantado para soportar más de un
herbicida o plaguicida), está la protección a los cultivos de plagas y malezas,
mayor rendimiento del cultivo y menor uso de herbicidas e insecticidas que
sería un aporte para la salud del
productor y consumidor, así como también para el medioambiente (Ref.: Nota de
prensa, EL DEBER: 28-05-2017, G.
Rodríguez).
Al respecto,
vale la pena evaluar las lecciones aprendidas de lo que se ha visto en los
últimos 10 años con el cultivo de soya transgénica. Miremos entonces si es que
la introducción y producción masiva de
soya transgénica han llevado a la reducción en uso de
agrotóxicos, mayores rendimientos y protección al medioambiente, como indican
los voceros de los agronegocios y preguntemos, “¿a quién creer?”.
En
el caso de los rendimientos, son varios los factores que conllevan a
incrementar los mismos en la producción agrícola. Un
análisis profundo e integral (revisión histórica de estudios científicos sobre un tema específico) realizado por
el Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA) sobre los transgénicos, demuestra que esta tecnología no ha cumplido
con sus promesas de mejorar rendimientos,
por lo cual esa aseveración de más producción por hectárea con transgénicos
es falsa. La mejora de los rendimientos no se da mediante el uso de
transgénicos pero sí mediante la aplicación de prácticas de buen manejo
de suelos, semillas adecuadas, clima y manejo integrado de plagas.
En
Bolivia tenemos como ejemplo el caso de la soya y sus rendimientos. Según datos
de varias fuentes (INE, IBCE; CAO y ANAPO), los rendimientos de la soya no
superan los rendimientos de hace 10 años cuando se cultivaba la soya
convencional. Según los datos del Observatorio
Agroambiental de Bolivia, en promedio el
rendimiento de 1990-2004 de la soya convencional llegó a 2,11 toneladas por
hectárea, mientras la soya transgénica
desde el 2005 al 2015, el promedio llegó a 2,01 toneladas por hectárea; demostrando que las promesas de mejoras no dieron ni darán
frutos, a menos que nuestro país invierta en la investigación e implementación
de técnicas que mejoren el cuidado y la fertilidad de los suelos. Por lo tanto,
mayor producción no se dará mediante el uso de transgénicos.
Por
otra parte, en los cinco países donde mayormente se utilizan los transgénicos como es el caso de los EEUU, existen regulaciones que
determinan el uso de ciertos transgénicos y se aplican metodologías rigurosas
para determinar las áreas a ser cultivadas. Igualmente
se realiza monitoreo minucioso de los cultivos para asegurar que no exista
contaminación entre ciertos productos transgénicos que no sean aptos para el
consumo humano; ejemplo de la contaminación cruzada entre maíces transgénicos
para producción humana y producción de etanol (biocombustible). En los casos
donde se ha comprobado contaminación se han eliminado los cultivos transgénicos
como por ejemplo, el caso del maíz StarLink.
Como se puede
concluir, son
inversiones millonarias las que se realizan para controlar y manejar de manera
adecuada esta tecnología, y aún así existen cultivos agrícolas que se
han convertido en “súper malezas” como es
el caso del amaranto (https://www.scientificamerican.com/article/farmers-fight-explosion-of-superweeds/).
En
Bolivia ya se tienen bastantes problemas con la resistencia de malezas al
glifosato. Según Weed Science, existen ocho especies de malezas resistentes
reportadas por Bolivia, de las 36 reportadas a nivel mundial desde 1996, en tan
sólo 10 años desde la autorización del cultivo de la soya transgénica.
Demostrando, nuevamente, que la
implementación de los cultivos de soya transgénica están llevando a un
incremento anormal de resistencias de ciertas malezas. Esto, por supuesto tiene
consecuencias severas para otros productores,
quienes tienen que lidiar con estas súper
malezas con la aplicación de otros herbicidas de complemento para controlarlas. Al observar el uso de agrotóxicos
en los últimos 10 años, se ven
incrementos alarmantes en el uso de herbicidas, fungicidas, insecticidas y
fertilizantes sintéticos que llegan a 130 millones de kilos que se han
importado el año 2016 a un costo que llega 237 millones de dólares americanos,
en el año 2016. Esto sin contar que un 30% ingresa por contrabando, según
estimaciones del Senasag.
De la misma
manera, observamos que el uso desmedido de agrotóxicos que se aplican
diariamente, no es bueno para el
consumidor y peor para el productor que lo aplica. Miremos algunos de los
agrotóxicos de uso común en Bolivia comenzando con el herbicida Paraquat, que
se aplica para desecar la soya transgénica.
El
Paraquat (Gramoxone entre otros nombres) es un herbicida altamente tóxico que
en el 2011 ha sido declarado como un causante de la enfermedad de Parkinson en
productores agrícolas por el Instituto Nacional de Salud de EEUU (NIH, por su
sigla en inglés). Un meta-análisis en el 2013,
encontró que existe un riesgo de incremento del doble en contraer
Parkinson por productores que utilizan este agrotóxico. En la Unión Europea,
este agrotóxico ha sido prohibido desde el 2007, pero como se puede observar en
los anuncios publicitarios en las zonas productivas de Santa
Cruz, este agrotóxico es común, corriente y de uso
general.
Preguntamos:
¿existe monitoreo de la aplicación de este producto que debería ser prohibido y
si los productores del país entienden el riesgo a su salud así como también los
mismos consumidores? ¿Existe información sobre la tasa de aplicación y cuánto
de este producto termina en los alimentos que se consumen en Bolivia?
Entre
otros agrotóxicos asociados al glifosato, y por
lo tanto a los transgénicos que están prohibidos internacionalmente pero de uso generalizado en
Santa Cruz, está el 2,4 D desarrollado por DOW Chemical. El 2,4 D ha sido
clasificado como un posible cancerígeno y estudios de laboratorio sugieren que
el 2,4-D impide la acción normal de los estrógenos, los andrógenos y, lo más
concluyente, las hormonas tiroideas. Otro problema serio de este agrotóxico es
que se acumula en el medioambiente y ya se lo encuentra en acuíferos y agua
potable en países como Australia, un país con sistemas de monitoreo y regulación
que aún son inexistentes en Bolivia.
Y
por último miremos al glifosato. La Agencia Internacional para la Investigación
del Cáncer (IARC, por su sigla en inglés),
clasificó el glifosato como un potencial cancerígeno en el año 2015.
Luego, en el mismo año, la Autoridad Europea sobre Seguridad Alimentaria (EFSA,
por su sigla en inglés https://www.efsa.europa.eu/)
declara que el glifosato no demostraba ser cancerígeno; de esta manera se dio un debate feroz sobre la
inocuidad del glifosato en la comunidad científica. ¿Cómo pueden haber llegado
a conclusiones distintas estas dos organizaciones? Para comenzar, el
IARC examinó estudios que evaluaban los herbicidas que tiene como ingrediente
activo el glifosato es decir todos los ingredientes del compuesto, por ejemplo
el producto Roundup Ready que tiene
48% de glifosato y el 52% restante son otros compuestos químicos. Mientras la
EFSA evaluó únicamente el principio activo, es decir, la molécula química
glifosato sin considerar estudios que examinaban el herbicida en su totalidad,
como lo hizo el IARC
(http://www.nature.com/news/debate-rages-over-herbicide-s-cancer-risk-1.18794).
Adicionalmente, el IARC utilizó únicamente estudios que demostraban fuentes de
financiamiento objetivas y públicos.
El
EFSA, por otra parte, utilizó los estudios de las
empresas que evalúan sólo el principio activo: el glifosato, y que además no
son públicos porque están protegidos por el secreto industrial, es decir estudios
que no han sido analizados en debates científicos abiertos y tampoco la EFSA ha
compartido estos estudios para justificar su decisión, ganándose críticas y
acusaciones de injerencias por parte de las
industrias de herbicidas que perduran hasta el día de hoy (https://amp.theguardian.com/environment/2017/may/24/eu-declared-monsanto-weedkiller-safe-after-intervention-from-controversial-us-official). Lo anterior nos demuestra que existió un velado interés de
los fabricantes como Monsanto, de que no se utilicen estudios integrales y
completos.
Concluimos
entonces que en Bolivia, las aseveraciones de los beneficios
del uso de transgénicos expuestos en numerosas opiniones periodísticas por
voceros de los agronegocios, no ha logrado consolidarse tal como afirman dichos
voceros, porque según las experiencias de 10 años con la soya transgénica, los
rendimientos siguen iguales a la soya convencional, se ha incrementado el uso
de agrotóxicos, especialmente herbicidas, fungicidas y fertilizantes sintéticos
y lo peor, se ha generado malezas resistentes al glifosato. En este sentido,
preguntamos: ¿cuál sería la situación si se dejan entrar otros cultivos transgénicos y más eventos transgénicos? La respuesta: Sóplo
mayores impactos socioambientales y alimentos más tóxicos.
Finalmente queremos mencionar el comentario del Dr. Philip Stark, decano
asociado de la división de ciencias matemáticas y físicas y profesor de
estadística de la Universidad de California en Berkeley, quien reveló en
Twitter su propio análisis de la experiencia de los firmantes Premio Nobel
quienes en una carta abogan por los transgénicos, específicamente el arroz
dorado que aún no se encuentra en producción: "Un premio de la paz, 8
economistas, 24 físicos, 33 químicos, 41 médicos”. Añadió que la ciencia se
fundamente en lo que es " la
evidencia y no en la autoridad. ¿Qué saben dichos premios Nobel de agricultura? ¿Han hecho la investigación
pertinente?
La
ciencia se supone que es "mostrame", no "confiar en
mí" sea premio Nobel o no.”
Lo que está
ocurriendo en Bolivia con la soya transgénica, es eso. Una demostración real y
concreta de los serios impactos socioambientales y productivos que están
generando los cultivos transgénicos. Decir lo contrario, son meras
especulaciones.
COMITÉ CIENTIFICO DE BIOTECNOLOGIA
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